Hoy el día amaneció triste y gris. El cielo plomizo deja caer una intensa lluvia que invita a encerrarse y aislarse del mundo exterior para pasar el día envueltos entre cuerdas…
Tarde de Lluvia
El casi inaudible susurro de tus pasos me llama a tu lado, y devuelve mi mente a ti, atrayéndola desde las ensoñaciones en las que se estaba adormilando. Te has retirado un poco para contemplarme, y tu sonrisa hace que me sienta bella.
El repicar constante contra los cristales y el tiempo sostenido me adormece.
Antes, la lluvia olía a melancolía, a dulzura triste de alma de barro, a caricia fría que lava las penas… Ahora la lluvia se enreda con el aroma de las velas y el incienso que me hipnotizan.
La lluvia emborracha la tarde en olores de aceites, y me recuerda la intensa fragancia de rosas que emana el agua del baño donde a veces me sumerges como a una niña. Pensar en ello me recuerda la primera vez me tocaste entera, llevando con el agua la ternura a rincones de mi piel que ignoraban estar vivos, excusando en el baño mi vergüenza desmedida y la intimidad del abandono, y el recuerdo me mece mientras vuelves a convertirme en el lienzo de tu pincel de sogas.
Mi cuerpo amaga un ligero temblor cuando la yema de tus dedos me roza al colocar la cuerda. No me muevo. Apenas respiro por no interferir en tu obra.
No quiero saber qué margen de movilidad tiene este cuerpo aún, no necesito moverme bajo tus manos. Cada nueva línea que tensas sobre mí es un gesto de amor. Cada nudo es un beso profundo que desde la piel me toca el alma.
Te veo concentrado, tejiendo lenta, milimétricamente, este bondage de palabras silenciosas sobre mi piel, estos te Amo de cuerda y tacto.
Pausadamente desgranas la tarde de lluvia.
No tienes prisa.
Tienes toda la vida por delante para atarme a Ti.
lena{DR}, 2004
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