Perversos puritanos

Si sacamos a debatir el hecho de que en Gibraltar, aunque deja de ser delito el sexo anal, el nuevo Código Penal sigue criminalizando cualquier actividad sexual que implique a más de dos (ni aún mirando), o comentamos una reciente noticia sobre que en Ucrania el parlamento está debatiendo una ley que prohibirá la postura del misionero, lo más seguro es que todos coincidamos en que estas intromisiones de las instituciones en la sexualidad del ciudadano y en general en su vida privada y su forma de relacionarse son, cuando menos, ridículas. Por no decir otras cosas.

Suenan a tiempos lejanos, a épocas victorianas, sociedades puritanas… y a las colecciones de “leyes absurdas” que de vez en cuando nos tropezamos por internet.

No obstante, no hay foro de BDSM en el que no se critique y comadree sobre las elecciones que algunos de sus miembros toman y sus formas de relacionarse. Y si no, visitad cualquier línea en la que hablen de amos con varias sumisas (amas con varios sumisos, curiosamente, no es tan polémico), o de prácticas como las cesiones. No hablemos ya de la mácula que cae sobre las sumisas que gusten de jugar sin compromiso cuando bien les apetezca con quien buenamente quieran.

Resulta que practicamos una, tal vez, sexualidad alternativa. Transgredimos, somos perversos, rompemos los tabues… pero en el fondo arrastramos los mismos prejuicios y esquemas de siempre, a veces desde un conservadurismo aún más férreo que el que encontramos en el más común de los ámbitos vainillas. Ahí, al menos, hace tiempo que aceptamos que se puede follar sin amor (mientras que practicar bdsm sin amor hay quien no lo ve tan claro), y que la mujer tiene derecho a disfrutar de su sexualidad (siempre que no sea sumisa promíscua), y a veces, pocas, pero a veces, hasta admitimos que hay gente que ve la vida de otra manera y forman parejas abiertas, swingers, poliamorosas… Bueno, igual en esto último me he pasado, creo que ahí todavía no hemos llegado tan lejos y sigue siendo una realidad invisible para la mayoría, dentro y fuera del BDSM.

Al final resulta que nuestra transgresión y alternativismo son… cortitos. De camisón largo y redecilla en el pelo, sin sobresaltos, sólo hasta donde las paredes de nuestro propio dormitorio alcanzan. Somos perversos puritanos.

Claro que la época victoriana, aquella cuando los manteles se alargaron para que la visión de las patas de la mesa no recordara a los hombres las piernas femeninas, fue también una época de auge de la prostitución.

Debe estar ahí el secreto para comprenderlo: entonces y ahora, lo que impera es la doble moral.

lena{DR}