De pactos, consenso y malos tratos (II)

Ayer publicábamos un artículo en el que poníamos en relieve la importancia del Consenso y los pactos, y de la importancia superlativa que tiene su escrupuloso respeto pues es lo que marca la línea divisoria entre BDSM y maltrato, abusos y violaciones. Apuntábamos también de lo peligroso que resulta para nuestro colectivo ése “pensamiento mágico” trasladado al mundo real, pretendiendo hacer de algo privado e íntimo una realidad.

La idealización romántica de los roles, por poner un ejemplo, junto con la idealización de la “esencia” del BDSM surgidas de no se sabe bien quién ni dónde, terminan creando una serie de esterotipos que no son si no unas máscaras y unos decorados que se convierten en la “trampa perfecta” para los incautxs. Al igual que decíamos que bastaba declarar que algo es “BDSM” para que por arte de magia se desclasificara de maltrato según ésa línea de “pensamiento mágico”, sucede lo mismo con los roles: Basta un nick rimbombante y automáticamente se le conceden atributos casi divinos. Si se dan una vuelta por alguno de los innumerables foros o webs de BDSM que hay, a poco que busquen encontrarán preguntas similares a “Cómo debe ser el buen amo?”. Leyendo sus respuestas, Christian Grey  – protagonista de “50 Sombras…” – se queda en una pobre piltrafa humana. Yo mismo, sin dudarlo, me casaría con uno de ellos aún siendo heterosexual. O lo contrataría para reformar mi instalación eléctrica. O para que llevara mis maltrechas finanzas… Por que no nos engañemos: esos atributos que se le conceden son los mismos que cualquier otro de “la persona perfecta para…”. Lo mismo se puede decir de la perfecta sumisa/esclava, a la que se le atribuyen unas expectativas del todo contradictorias y absurdas: su ubicación en este mundo es la de sufridora. El cúlmen del amor romántico de la literatura. La parte “débil” de la relación, pero inexplicablemente la parte “fuerte”. La parte desvalida que debe ser cuidada y protegida hasta de sí misma (¿no creen que debería ser esto motivo para dudar de su capacidad de consenso, y por tanto, de su madurez para afrontar este mundo?).

Además del consenso entre las personas implicadas en una relación o actividad concreta, existe también un consenso no escrito dentro del colectivo BDSM que permite alcanzar pactos de coexistencia y disfrute común. Sin embargo, a causa de todo lo anteriormente descrito (y a algunas otras razones más) ese consenso, esos pactos se encuentran viciados y en ocasiones, reforzados por nuestra actitud de avestruces.

Un buen ejemplo práctico de todo esto lo podemos encontrar en un excelente artículo de denuncia de Kitty Stryker titulado “I never called it rape: the truth about abuse in BDSM” que podemos leer en castellano gracias a La Mosca Cojonera quien lo tradujo para su blog “Golfxs con principios” y que pueden leer también aquí por gentileza de suya. Un impresionante artículo que pone en evidencia la realidad que se esconde tras las apariencias y las consecuencias emocionales –como poco- que pueden conllevar para las personas víctimas de estas situaciones, cuando los “pactos” bilaterales o colectivos se rompen y no se respetan… Y nuestra actitud ante esa situación.

Dragón

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