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Recientemente he retomado la intención de crear pequeñas rutinas placenteras. De retomar hobies y buscar formas de llenar mi tiempo y mi vida de experiencias que me procuren paz y gotitas de felicidad. Intención que entre confinamientos y trombosis (sí, también tuve una trombosis, me pasan muchas cosas) se quedó atascada.
Y de la mano de esa intención he vuelto al mar. Pensaréis que viviendo donde vivo no es gran cosa, pero a mi Señor la playa no le gustaba, siempre decía que iría cuando la barran y pongan aire acondicionado. Y yo desde que vine a vivir con Él fui dejando de hacer cosas sola, aunque antes de Él era algo muy habitual, aún sin tener necesidad: Me escapaba de mi gente para ir sola a tomar una copa, ver una película, dar una vuelta en coche, un paseo por el campo, o incluso me iba sola al mar, a una casa que tenían mis padres. El mar ha tenido en mi imaginario tanto peso como los campos de trigo y los pinares de mi tierra.
«Se llevó cosas que eran mías en sus manos de agua y no pagó por ellas nada. Ni tan siquiera pagó con el rencor de hiedra que me creció en el pecho, porque a él, a pesar de todo, lo amé. Entre robos y entregas voluntarias me dejó vacía. Se ahogó en sus olas el verano. Llenó mi pluma de inviernos grises y salados. Tatuó en mi alma con tinta azul plomizo un horizonte siempre entre nieblas. Un día, al abrir un libro, cayó melancolía al suelo. Comprendí que me había llevado conmigo el mar desde la costa, y que ahora dormía en las sombras de mi cuarto. Hemos hecho las paces: yo siempre sonrío cuando le veo, y él no me llena de arena los cajones, ni deja que me entren peces en la cama.»
Y bueno, todo este rollo para decir que he vuelto al mar. Intento pasar ratos frente a él, llenándome los oidos de mar para acallar el ruido de la vida, oliendo salitre, sintiendo el sol y el aire frío en la cara…
Pero hay cosas que hay que llevar contigo para que la soledad sea perfecta: papel y tinta, o pinturas, o, lo más habitual, un libro.
Un libro siempre es la mejor compañía cuando estás sóla.
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Así que después de terminar los exámenes decidí regalarme una novela que había visto mencionar por twitter: «Historia Breve de Vida, Amor y Sexo», de Ángela Cantero, o, para mí, de @azoteycafe.
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Angela es una comunicadora maravillosa que con generosidad nos abre las puertas de su vida en su blog. Una vida en la que el BDSM es patente, pero no lo único. Donde la D/s convive con todo lo que el día a día nos trae, para bien y para mal, y con los fantasmas que cada uno llevamos dentro, nuestras dudas y cambios… Sin duda un espacio muy recomendable y que yo visito de vez en cuando:
http://azoteycafe.blogspot.com/
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Siempre amable y prudente en twitter (@azoteycafe), franca y cercana en su canal de Twitch (“angelaycafe” todos los martes a las 17:30), es de esas voces que gusta tener cerca y que lo mismo te hacen reflexionar que te provocan… alegrías de otra índole. Que estamos en lo que estamos y no somos de piedra.
Y ahora, o no sé cuándo realmente, Ángela nos obsequió con esta breve novela. (Muy breve, muy breve Ángela, podías haberte estirado un poco más, se acaba tan pronto…) Una historia tan bonita como desgarrada, y no os voy a hablar del final porque no quiero hacer spoilers, pero… Ays…
Sé de buena tinta, porque lo ha dicho ella misma, que está escribiendo otra. Y por lo que cuenta, al parecer contamos con el apoyo de su Señor para asegurarnos de que la termine. Esperaré impaciente para hacerme con ella en cuanto nazca.
De momento, tenéis «Historia Breve de Vida, Amor y Sexo» en amazon. Yo lo tengo en formato electrónico, aunque con gusto lo habría comprado de papel… Pero cuando una no sabe dónde va a vivir pasado mañana es mejor no acumular.
https://www.amazon.es/Historia-breve-vida-amor-sexo-ebook/dp/B01MRW0FIN
Una autora más que añadir a la lista de autoras bedesemeras: «Bibliografía bedesemera por el #DiaDeLasEscritoras».
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lena.
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